EL AYAYMAMA
Ave nocturna rara casi desconocida, que se le escucha cantar
solamente en las noches claras de luna en las partes más altas de los grandes
àrboles. Su cantar estremece el alma por ser muy melancólico y contenido
humano, expresando claramente las siguientes palabras: “AY-AY-MA-
HUISCHUHUARQUI “, cuya traducción es más o menos la siguiente: “ Ay madre, ay
madre, porque me has abandonado “ Se dice que siempre anda en parejas y que
representa a dos niños huérfanos abandonados por la madre en el interior del
bosque. Hace tiempo,
mucho tiempo, vivía en las márgenes de un afluente del Napo, rio que avanza
selva adentro para desembocar en el Amazonas, la tribu secoya del Cacique
Coranke.
El tenía como
todos los indígenas, una cabaña de tallos de palmera, techada con hojas de la
misma planta. Allí estaba con su mujer que se llamaba Nara y su hijita.
Nara era tan
bella y hacendosa como Coranke, fuerte y valiente. La hijita, muy pequeña aun,
crecía con el vigor de Coranke y la belleza de Nara y era como una hermosa flor
de la selva.
Pero, he allí
que el chullachaqui se había de entrometer. Es el genio malo de la selva, con
figura de hombre, pero que se diferencia en que tiene un pie humano y una pata
de cabra o de venado. No hay ser más perverso.
El
chullachaqui los ahoga en lagunas o ríos, los extravía en la intrincada
inmensidad de la floresta o los ataca por medio de las fieras. Es malo cruzarse
en su camino, pero resulta peor , que el se cruce en el de uno.
Cierto día,
el chullachaqui paso por las inmediaciones de la cabaña del Cacique y
distinguió a Nara. Verla y quedarse enamorado de ella fue todo uno. Y como
puede tomar la forma del animal que se le antoje, se transformaba algunas veces
en pájaro y otras en insecto para estar cerca de ella y contemplarla a su gusto
sin que se alarmara.
Más pronto se
cansó y quiso llevarse consigo a Nara. Se internó entonces en la espesura,
recupero su forma y para no presentarse desnudo, consiguió cubrirse matando a
un pobre indio que estaba por allí de caza, robándole la túnica que era larga y
le ocultaba la pata de venado.
-Nara,
hermosa, Nara, mujer del Cacique Coranke-dijo- mientras arribaba- soy un
viajero hambriento. Dame de comer.
La hermosa
Nara le sirvió en la mitad de una calabaza, yucas y choclos cocidos y también
plátanos. Sentado a la puerta de la cabaña, comió lentamente el chullachaqui,
mirando a Nara y después dijo :
-Hermosa
Nara, no soy un viajero hambriento, como has podido creer y he venido únicamente
por ti. Adoro tu belleza y no puedo vivir lejos de ella. Ven conmigo…
Nara le
respondió :
-No puedo
dejar al Cacique Coranke…
Y entonces el
chullachaqui se puso a rogar y a llorar, llorar y a rogar para que Nara se
fuera con él.
-No dejare al
Cacique Coranke-dijo-por último Nara.
El
chullachaqui fue hacia la canoa, muy triste, muy tiste, subió a ella y se
perdió en la lejanía bogando rio abajo.
Nara se fijó
en el rastro que el visitante había dejado al caminar por la arena de la ribera
y al advertir una huella de hombre y otra de venado, exclamo : Es el
chullachaqui. Pero callo el hecho al Cacique Coranke, cuando este volvió de sus
correrías, para evitar que se expusiera a las iras del Malo.
Y pasaron
seis meses y al caer la tarde del último día de los seis meses, un potentado
atraco su gran canoa frente a la cabaña. Vestía un rica túnica y se adornaba la
cabeza con vistosas plumas y el cuello con grandes collares.
-Nara,
hermosa,Nara-dijo saliendo a tierra y mostrando mil regalos, ya veras por esto
que soy poderoso. Tengo la selva a mi merced. Ven conmigo y todo ser tuyo.
Y estaban
ante el todas las mas bellas flores del bosque y todos los mas dulces frutos
del bosque y todos los mas hermosos objetos: mantas, vasijas, hamacas, túnicas,
collares de dientes y semillas- que fabrican todas las tribus del bosque.
En una mano
del chullachaqui se posaba un guacamayo blanco y en la otra un paujil del color
de la noche.
Veo y se que
eres poderoso- respondió Nara, después de echar un vistazo a la huella, que
confirmo sus sospechas- pero por nada del mundo dejare al Cacique Coranke.
Entonces el
chullachaqui dio un grito y salió la anaconda del rio, dio otro grito y salió
el otorongo del bosque. Y la anaconda enrosco su enorme y elástico cuerpo a un
lado y el otorongo enarco su lomo felino, al otro.
-¿ Ves ahora?
Dijo el chullachaqui-mando en toda la selva y a
los animales de la selva. Te hare morir sino vienes conmigo.
-No me
importa- respondió Nara.
-Hare morir
al Cacique Coranke- replico el chullachaqui.
-El preferirá
morir-replico Nara.
Podría
llevarte a la fuerza, pero no quiero que vivas triste conmigo, pues eso sería
desagradable. Retornare como ahora dentro de seis meses y si rehúsas acompañarme
te daré el más duro castigo.
Cuando
Coranke retorno de la cacería, Nara le refirió todo, pues era imprescindible
que lo hiciera y el Cacique resolvió quedarse en su casa para el tiempo en que
el chullachaqui ofreció regresar a fin de defender a Nara y a su hija.
Así lo hizo,
Coranke templo su arco con nueva cuerda, aguzo mucho las flechas y estuvo
rondando por los contornos de la cabaña todos esos días. Y una tarde en que
Nara se encontraba en su chacra de maíz, se le presento de improviso el chullachaqui.
-Ven conmigo-
le dijo el chullachaqui- es la última vez que te lo pido. Sino vienes,
convertiré a tu hija en un pájaro que se quejara eternamente en el bosque y
será tan arisca que nadie podrá verla, pues el día en que sea visto, el
maleficio acabara, tornando a ser humana.. Ven, ven conmigo, te lo pido por
última vez, sino…
Pero Nara,
sobreponiéndose a la impresión que le amenaza le produjo, en vez de ir con él,
se puso a llamar:
-Coranke,
Coranke…
El Cacique
llego rápidamente, pero el chullachaqui ya había desaparecido en la espesura.
Corrieron los
padres hacia el lugar donde dormía su hijita y encontraron la hamaca vacía. Y
desde la tumorosa verdura de la selva les llego por primera vez el doliente
alarido :”Ay, ay, mama” que dio nombre al ave hechizada.
Nara y
Coranke envejecieron pronto y murieron de pena oyendo la voz triste de su
hijita, convertido en un arisco pájaro inalcanzable aun con la mirada.
El ayaymama ha
seguido cantando, sobre todo en las noches de luna y los hombres del bosque
acechan siempre la espesura con la esperanza de liberar a ese desgraciado ser
humano. Y es bien triste que nadie haya logrado verlo todavía.
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